MARZO
Las primeras guerras las aprendí a pelear en mi casa. Era importante tener aliados y poder de convencimiento. Mi hermano Juan Diego las perdía casi todas si el que decidía era mi papá, pero si la que decidía era mi mama, el turno de perder me tocaba a mi.
Mis hermanos mayores siempre manejaban estratégicamente la situación y como la ONU o la UNESCO intervenían en caso de que fuese absolutamente necesario por el bien de todos. De ellos aprendimos la importancia de la unión, a tal punto que cuando uno se peleaba con mi papá, todos nos peleábamos con él. A pesar de las constantes guerras civiles en casa siempre fuimos uno contra la contraparte, pero la verdadera Guerra de mi casa se peleó por mí.
Como en toda guerra las consecuencias van muy lejos. Siendo voluntaria en las jornadas de cirugías he podido experimentar mi historia desde otro punto de vista, y he podido entender mucho mas allá de mi misma. El sábado mientras se hacía el lanzamiento de mi nueva colección “MARZO” miraba a mis hermanos, con sus personalidades fuertes, firmes, sin una sola queja. Me los imaginaba pequeños, cuando mi mamá los tenía que dejar solos para irse conmigo a las cirugías por semanas y mi papá tenía que ir a trabajar todo el día. Recuerdo sus caras con esa misma sonrisa que tenían esta noche, cuando yo llegaba a la casa con la boca llena de puntos y ellos salían corriendo a la puerta felices y decían “cómo quedó de bonita la niña”.
Los años pasaron y jamás he escuchado un solo reclamo de mis hermanos por nada de lo que tuvieron que pasar por mi. Tendría que estar pretendiendo tapar el sol con un dedo para decir que crecimos como una familia normal, porque no es verdad. De muy niños aprendimos a sobre llevar la crítica, a hacer caso omiso a los comentarios duros, nos convertimos en excelentes vendedores y aprendimos a explicar y a hacer aceptar a todos mi situación. Mis hermanos se encargaron de que nunca me hicieran falta amigos, así que crecimos con la clara decisión de que los amigos de uno eran los amigos de todos, y hasta el día de hoy hemos logrado crear una familia gigante y una casa que siempre ha estado abierta para todos y esta noche de lanzamiento fué la clara muestra de nuestro trabajo en equipo.
Las guerras son así, todos tenemos un motivo. Y es en el hogar, el núcleo familiar donde libramos las más duras batallas, donde aprendemos el tipo de guerreros que seremos durante nuestra vida y por qué vale la pena o no pelear. Mis hermanos aprendieron a ir por el mundo protegiéndome a mi por encima de ellos mismos, han vivido sus vidas por el bien del equipo y no el propio y eso los ha llevado a convertirse en los hombres que son. Yo los admiro en cada cosa que hacen, en su sabiduría, en su terquedad y su capacidad de nunca rendirse.
Tener una familia no significa estar juntos para todos lados, ni obligarse a estar donde no se quiere estar. Tampoco significa quedarse en un lugar donde no se quiere vivir, o vivir con alguien solo por dar una supuesta estabilidad. Nosotros aprendimos que la base de la familia está en la palabra “LEALTAD” y la lealtad no es más que demostrar con actos las convicciones que se tienen en la cabeza. Nosotros preferimos bajar la cabeza, que nos culpen de lo sea, preferimos quedar en silencio y sacrificar todo con tal de que el otro esté bien y es por esa convicción que tomamos riesgos y soñamos lejos, porque sabemos que si fallamos siempre tendremos un lugar donde dormir y una mano que siempre nos va a ayudar a levantar.
Espero que estos días nos unamos más que nunca, como familias, como seres humanos, nos cuidemos y apoyemos. Que nuestros padres se queden en las casas, que nosotros los jóvenes tomemos las riendas y los protejamos a ellos y a nuestros niños. Como una gran familia salsera, reguetonera, vallenatera, merenguera, joropera, porrera y pachanguera, ¡hagamos de estos momentos difíciles lo mejor y con absoluta responsabilidad salgamos de esta guerra sin victimas y mucho mas fuertes!
¡UNIDOS LOGRAMOS TODO!