Y este año qué?
2019 fué uno de los años más duros que he enfrentado a nivel laboral. Mi empresa colapsó, llegué a niveles de estrés que no conocía y mi cuerpo reaccionó negativamente. Perdí dinero, perdí amigos, el cielo me cobró otra vida, perdí la confianza en las personas y perdí el rumbo por un lapso de tiempo. Los compromisos seguían, las obligaciones no paraban, el reloj continuaba y el calendario se acababa. Mis ahorros desaparecían frente a mis ojos sin malgastar un solo centavo y por primera vez en mi vida experimenté eso de saber quién es quién.
Cada noche me escondía en mi casa y me sentaba a mirar al techo tratando de obligarme a sacar de mi cabeza las respuestas que solo yo podía tener. Mi papá me decía «todo esto es normal», mi mamá me repetía «así son los negocios» y esa forma confiada en que me miraban sin resolverme los problemas me llevaron a empujarme a «HACERLE» si o si.
Antes de que el derrumbe que estaba viviendo tocara los cimientos de lo que había construído, decidí solucionar mis problemas de la misma forma como se limpia una casa, empecé lavando los platos, uno a la vez.
Una de las cosas que he aprendido muy bien con los años es que la vida es como jugar nintendo, si no se pasa un nivel, pues no se puede jugar el otro. Como humanos somos entrenados para esto, por lo menos en mi casa fué así, si no me comía la sopa no había seco y si no pasaba quinto no entraba a sexto.
Me senté con mis finanzas, reestructuré mis gastos, mi empresa, puse la cara ante los compromisos que sabía no iba a poder cumplir y cerré las cuentas que me permitieron cerrar antes de caer en deudas. Enfoqué todo mi entorno laboral y personal a organizar y encontrar el por qué de esta situación.
Con mi equipo de trabajo sabíamos que de este proceso dependía el poder mantener la empresa o acabarla. Sabíamos que si no lograbamos el objetivo al primero de Enero de 2020 ninguno tendría trabajo y por acuerdo mutuo y cojidos literalmente de la mano organizamos cada papel, encontramos cada error, supimos a donde se había ido el dinero perdido, reunimos todas las pruebas, tomamos decisiones y con la tranquilidad de haber siempre actuado correctamente tomamos un último riesgo para salvarnos todos o ninguno.
Hoy terminando la primera semana de enero estamos aquí sentados mirándonos con una sonrisa de sobrevivencia. Lo Logramos! Acá seguimos, con nada mas y nada menos que todo bajo control, con las cuentas claras, con todo identificado, con una familia sólida llamada VELAZCA, listos para seguir creciendo y con experiencias muy bien aprendidas.
No creo que nadie se haya podido imaginar que en este último año yo haya tenido algún problema, así son las redes sociales todo parecía ser solo éxitos y si que lo fué. Fué un año de infinitas cosas buenas, de colecciones, pasarelas, colaboraciones y mucha siembra. Fué un año donde aprendí a decir NO, a ver las intenciones más allá de las palabras y a confiar ciegamente en mi instinto y en los mios.
Las cosas cambian, claro que cambian, de eso se trata aprender. Este año me puse 10 mas encima, pero voy volando cada vez mas ligera. Para mi fortuna siempre he tenido la capacidad de funcionar a pesar de, y hoy valoro infinitamente ese don, porque cada segundo de dureza fué recompensado con un abrazo de un niño y con un mundo de sonrisas que hacen que todo, absolutamente todo valga la pena.
Las decisiones tomadas son grandes y no negociables, profesionalmente he crecido de eso no ha duda. Sigo siendo una fiel creyente de que el mañana no existe y que lo único que existe es lo que puedo construir hoy, por eso vivo así, cada día como si fuera el último, y aunque en el 2019 el mundo conoció mi mejor cara de poker, insisto en que hay cosas que solo se pueden vivir con uno mismo y tal vez por eso soy el diseñador que soy, y en Velazca somos lo que somos, porque cuando el mundo nos tira cosas malas, nosotros le devolvemos un diseño absolutamente bello.